Rosa Luxemburg, con un poco de incredulidad, describió una vez el momento del fin del capitalismo (más precisamente que Marx, quien nunca se ocupó de la imaginación romántica del colapso del capitalismo, y más correctamente que Lenin, siendo demasiado a menudo el líder teórico). El capitalismo terminará en un momento de acumulación total, es decir, en un mundo dividido sólo en capitalistas y proletarios, donde no quedará nada para asignar desde el exterior.
Los medios de desinformación y manipulación occidentales, principalmente los estadounidenses, han intensificado una campaña que tiene como eje la rusofobia.
El debate sobre la inmigración ha planteado de forma aguda las cuestiones del derecho a la diferencia, del futuro del modo de vida comunitario, de la diversidad de las culturas humanas y del pluralismo social y político. Cuestiones de tal importancia no pueden ser tratadas con eslóganes sumarios o respuestas prefabricadas. “Dejemos, pues, de oponer exclusión e integración -escribe Alain Touraine-. La primera es tan absurda como escandalosa, pero la segunda ha tomado dos formas que es preciso distinguir y entre las que hay que buscar, cuando menos, una complementariedad. Hablar de integración tan solo para decirles a los recién llegados que tienen que ocupar su sitio en la sociedad tal y cual era antes de su llegada, eso está más cerca de la exclusión que de una verdadera integración” (1).
La invasión rusa de Ucrania es historia que se desarrolla ante nuestros ojos, un evento catastrófico que remodelará la política internacional y el orden mundial en las próximas décadas.
El Día Mundial de Al-Quds es un excelente símbolo del eterno enfrentamiento entre la luz y la oscuridad; entre el Islam y los que aman la libertad de los pueblos contra el sionismo global.
Los redes sociales o tecnologías controladas por Google, Twitter, YouTube, Facebook, Instagram, etc., se oponen a Rusia no porque dependan del gobierno de Estados Unidos. De hecho, son completamente independientes de él y podemos decir que se trata de herramientas al servicio del globalismo o de una oligarquía supranacional que nadie ha elegido. Por supuesto, nadie tampoco les ha dado el derecho a dominar sobre el resto del mundo.
A estas alturas todos hemos oído hablar de la manipulación rusa, las narrativas del Kremlin, la censura de Putin, los medios de propaganda como Russia Today y las fake news extendidas por bots rusos. Podríamos hacer el enésimo artículo sobre esta cuestión, pero creemos que hay otro enfoque de mayor interés.
Vivimos tiempos de la mayor transformación civilizatoria desde el nacimiento del capitalismo y del mayor cambio tecnológico desde los albores de la producción industrial. Pero, ¿realmente captamos todas las circunstancias relacionadas?